En mi sueño
un ave se quitaba una pluma
y escribía sobre una piedra
un poema del tamaño de un anillo.
Yo lo leía con tanto gusto
que me desperté feliz,
danzando por dentro la música
de aquellos versos.
No recuerdo una sola palabra.
Ni cuál era esa letra vivaz del principio,
escurridiza en las grietas
y envuelta en su malla de baile.