viernes, febrero 29, 2008

Naufragios

naufragio
oleajes tuyos
estelas de tu pelo
cavándome
bichitos de tu voz en pequeñas soledades
que das al besarme
naufragio en las aguas de tu cuerpo
gaviotas de mis manos te recorren
buscan muelles puertos
en tu piel
tu vientre amado
respirás y se abre el mundo
sonreís y se hacen los maderos las balsas
y es orilla segura tu cuerpo
que ya anda por mis manos
que acaban de nacer
respiran
náufragas y recién tocadas por la luz
hablás y es otro el mundo yo puedo dibujar
en el aliento de tu
boca
nombrarte al morder tu lengua
ser
en los vaivenes de tus urgencias que son tan mías
dulce violencia que me abre alas
pezuñas de algodón
para sumarme a todo lo que es agua en vos
cuerpo mío
náufraga de mí
maga de mis días
y voy a florecer en tus playas junto
al primer rocío de la mañana.

sábado, febrero 23, 2008

La lluvia en San Bernardo

A la madrugada pareciera clausurarse el verano
para violar de un solo golpe visceral los cerrojos
de la locura.
Las gotas encienden los primeros charcos
donde se reflejan las cicatrices espontáneas de los rayos
que ya trazan las primeras várices en el cielo.

Es lluvia declarada. Abierta. Soltada a dentelladas.

Se oye a unos muchachos cantar bajando hacia la playa.
No tienen donde dormir. Son los que se ven por la mañana
dormir de cara al sol tapados con las sábanas arrugadas
del mar.

Llueve como si todo el mundo hiciera el amor al mismo
tiempo. Como si lo hiciera contra los vidrios de las ventanas,
contra las puertas, en los balcones, subidos a guardillas,
a los taparrollos, trepados de las cortinas.

La lluvia entra por las narices, por los ojos, las manos,
entra en la tierra como sangre, coloca perlas en los pinos,
lágrimas en las estatuas.

La lluvia copula con el mar, y la arena en la playa se llena
de huellas de llanto. El mar y la lluvia copulan
y es como si se escuchara llover en otro idioma.

Llueve a leños rotos, a chispas secas, a fuego recién encendido.

Llueve como si mataran a alguien.

Los muchachos en la playa deben tener frío, ese frío que si fuera luz
bastaría para encender las alcantarillas de toda la ciudad. Se oye
un aullido: quizá le hayan despellejado el alma a alguien.
Acaso las almas de muchos “alguien” conformen esta lluvia,
esta ráfaga de ahora que se desliza por desagües de saxofones
y brilla como dientes de oro en las rejillas.

Ahora llueve más lento. Llueve como si un anciano recordara
otra lluvia.
Llueve el relato de otra lluvia.
Una lluvia lejana, casi inmóvil, que huele a curtiembres,
a humedad de maderos mohosos y nuez moscada. Una lluvia
con vahos de grasa caliente, de humo de hornos de barro, y humo
extinguiéndose de hojas secas quemadas en la calle.

Llueve como si anunciaran una carroza de primaveras,
como si fueran a desfilar comparsas de redenciones, una marcha
de almas pintadas de futuro que brillan como escamas violáceas
y cargan en sus caras la amarga pesadez de una mueca idiota.

Ahora llueve como si los motores de las nubes hubiesen
ya gastado sus poleas. Caen gotas a medio pintar pero todavía
es lluvia en las bisagras, en las rejas, en las telarañas,
en la medianera chorreada de hongos, en los muchachos dormidos,
casi muertos en la playa.

Llueve como si se desangrara un muerto.

Ya hay luz del día colándose y levanta las persianas con patadas
de paloma. Realza los charcos, dibuja la corriente de agua turbia
en los cordones.

Todavía la ciudad a las seis de la mañana está mal dibujada.

Y se levantan sonidos. El primero es de un auto que choca
contra el clamor del mar. El mar ahora suena como si tragara
muchachos sin haberlos masticado.

Pero apenas llueve en este instante. Es una gotita. Otra.
Es una canilla que no se ve.
Una gotita, y otra, como las últimas palabras de un anciano
antes de morir con el relato de otra lluvia –su vida- en la boca.

Un pájaro caza una lombriz. Un perro se despereza.
Las llaves del portero del edificio tintinean. Los pasos crecen
en el pasillo todavía en penumbras.
Parece que todo el mundo se levanta para salir a ver
si apagaron bien la lluvia.

sábado, febrero 16, 2008

Mi block

Mi block de hojas lisas
tiene 28 agujeritos por donde pasa
un espiral plateado.

Dos agujeros más
en el margen izquierdo.
Una tapa.
Una contratapa.

Cuando tenga ganas de escribir
-mejor dicho: cuando se me ocurra algo-
sin duda lo haré en este block.

Me gusta.
80 hojas de 216x356 mm
de un blanco ominoso.