lunes, diciembre 12, 2011

Nota y agradecimientos (La alegría de un sábado con amigos)



El sábado a la tarde en el bar El Archibrazo, el libro Poemas de Autoayuda y aforismos para morir mejor, empezó a andar camino. Fue muy bien recibido. El sábado a la tarde con calor, con primavera casi verano, con sol, con humedad, yo estaba ansioso pero feliz. También sentía nervios, claro, y la preocupación casi constante por saber cómo “funcionarían” estos poemas, que, salvo cuatro o cinco personas, nadie conocía, nadie había leído en ninguna parte. ¿Se reirían? ¿Fruncirían el entrecejo? ¿Se quedarían pensando al final de cada poema al ver que no era lo que esperaban? ¿Los disfrutarían en alguna medida como disfruté yo al escribirlos hace más de dos años cuando en la mañana de un domingo de octubre me senté a escribir frenéticamente 26 de estos poemas al hilo? Todo esto me preocupaba. Pero me entregué después de un breve prólogo, de una aproximación a una explicación de por qué yo había escrito este libro. Confié. Y a mi lado tenía un as de espadas: Alicia Márquez, que estuvo fantástica leyendo. Y confié además porque después haríamos un contrapunto con los aforismos, que varias veces había leído ya y sabía que iban a caer bien.

Empecé a leer el primer poema y enseguida se hizo eco el primer murmullo, unos esbozos de risas, como a tientas al principio,  y después risas más claras y sostenidas, y cuando leyó Alicia, las risas se desataron del todo y yo me tranquilicé. Y amé ese momento en que todo empezó a salir fluido, la construcción de un clima, la respuesta inmediata de un auditorio, mejor dicho de amigos, que se prestaron con su mejor voluntad y atención a oír, a reír, a aplaudir. Después, para el final, me guardé una sorpresa: el adelanto de otro libro. Sé bien que esto no suele hacerse y pedí un poco más de atención y paciencia. Convoqué a Jorge Luis Estrella y leímos por primera vez juntos poemas del libro que estamos escribiendo: Los poemas de Máximo Estrella. Jorge estuvo genial. Y mi felicidad fue completa.

Todo arrancó con Pepo Lapouble en piano y voz, y Lali Quartaruolo cantando dulcemente. Crearon un clima propicio para lo que sea: todo lo que vendría, lo que fuera, caería mejor después de su música. Eligieron un repertorio precioso. Se ganaron los aplausos. Calidez por calidez. Se nota que Pepo y Lali aman lo que hacen. Brindaron su arte de manera deliciosa.

Después vino el saludo editorial de Ramiro Silber / Ediciones El Mono Armado. Dicho así suena frío y seco. Ramiro se despachó con unas palabras muy hermosas que yo no esperaba y, seguro, no merezco. O al menos no del todo, o no todas. Yo no sé de dónde sacó todo eso que dijo y escribió primero. Al principio opuse cierta resistencia al elogio y al cariño. Me incomodaban, y además sentí que podía emocionarme de más y que eso me podía jugar en contra a la hora de hablar yo, de exponer todo lo que había preparado. Después ya no pude. Y me entregué. Fueron tres o cuatro puñaladas de una felicidad difícil de aguantar, de atenuar, y me brotaron unas lágrimas, que aún así, de alguna forma, pude contener para no disolverme en un llanto loco. Quedé conmovido. Me preguntaba antes de dónde había sacado Ramiro tan hermosas palabras. La deducción es simple: de su hermosura. De lo que es Ramiro por dentro y que no suelta, por supuesto, todo el tiempo.

Después lo que conté: algunos conceptos breves acerca del autoayuda, dos o tres pasajes del Prólogo de Lily Chavez, cómo había nacido este libro, y los aforismos, la lectura con Alicia, y después con Jorge.

Mi hija Agustina y su novio Matías vendían los libros y sacaron fotos y filmaron. Marisa, mi esposa, asistía y charlaba con amigos. A propósito de amigos: fueron más de los que esperaba. Pero también es cierto que después, mucho después, cuando caen algunas fichas, extrañé a algunas personas. Algunas con ausencia justificadísima. Otras que dijeron voy a ir, o pusieron el dedito en asistiré, y al final me quedé esperándolas (ya sé que hay gente que con el “asistiré al evento” apoya y acompaña pero cómo saber que no vendrán, excepto los que sé que viven lejos, claro. Jaa: Facebook tendrá que poner una nueva opción: “asistiré pero no asistiré realmente”, ¡ja!) Todo bien, no puedo estar preocupándome por estas cosas. Pero está bueno, éticamente bueno, que te avisen si luego deciden no asistir. Qué sé yo, me parece que corresponde. O que al otro día te digan: che, disculpame, al final no pude ir porque… A todos nos pasa, y además a esta altura del año hay muchos encuentros, presentaciones, etc.


Me queda agradecer. Agradecer infinitamente. A amigas y amigos que me mandaron felicitaciones a la distancia, que dijeron voy a estar ahí, acompañándote con mi alma.

Me hizo muy feliz que una vez más me acompañaran mis amigas de Pretextos: Bibi, Alicia, Gaby y Malala (y Mariana a la distancia), Joaco y la preciosa Clarita, la alegría y frescura de Vero Peñaloza, el apoyo de Fer Rege, que puso su maravilloso arte dibujando la mano para la tapa, que Ramiro, Alicia y Jorge y Pepo y Lali me honraran y me acompañaran con sus voces y con su corazón, que Graciela Wencelblat fuera una de las primeras en llegar, que Gustavo Tissoco me acompañara de nuevo, que Elba Galmes, quien me publicó en su revista El Taller, viniera aunque sea un rato con su pie aún doliéndole, que la inefable Ana Mazía diera también presente aunque después haya tenido que irse, que Yusuf Ates, mi amigo y compañero de trabajo viniera a hacerme el aguante, que hayan asistido amorosamente Carmen Lacarrere, Paloma Gala y su amiga, Rodrigo Illescas, Abril Lech con su hijo Marcos, Fernando Giucich, Celina Vautier, Monse Bertrán,  María Chapp, Carlitos Carbone, Marcos Silber, Patricia Ortiz, que Cynthia Rascovski le pusiera como siempre su mejor onda y sacara fotos a todo, que viniera al final Sonia Figueras, y que estuviera Marcela Somoza, Daniel Grad, inquieto y amable como siempre, y Tere Gerez, David Sorbille y Miguel Madrid.  Reencontrarme con Vane Giordano, Emilse Mancebo y Nicolás Barrasa (qué alegría inmensa volver a verlos) conocer en persona a Mirta Roncarolo y a Andrea Armesto y sus dos amigas, conocer a Erica Pincever y a su marido y a su precioso hijo, que vinieran amigos de Pepo y Lali, que vinieran personas amigas de amigos como Leonardo Martínez y Graciela Zanini y otros que, caramba, no recuerdo sus nombres, pero que les agradezco su presencia y apoyo. Y a la gente de El Archibrazo.

Espero no haberme olvidado de nadie (pasen a tirarme de la oreja si me olvidé de nombrar a alguien).Todavía no tengo las fotos y hago un trabajo de memoria con las imágenes muy frescas y en medio de las sensaciones que me produjo esta presentación, que para mí fue un éxito por muchas razones, pero sobre todo por el afecto que recibí, la devolución espontánea con sonrisas y palabras de alegría. Gracias, mil gracias a todos.


                                                                                                                                 Máximo Ballester





Si querés conseguir el libro, seguí este enlace: 


http://www.mercadolibros.com.ar/elmonoarmado