Todo lo que pueda ser aire es libre.
En todo lo que pueda ser libre hay un caos. El aire es una especie de
caos.
Convenimos, mi sombra y yo, en disgregarnos en un minuto del
mediodía. Pero ¿quién miente?
Anoto Pagra, de Manuel Vázquez Montalbán. Acaso sea una
sinfonía esa ciudad.
“Damas de Praga
como las rosas de Alejandría
coloradas de noche blancas de día”
Paso toda la guerra inventariando metáforas de guerra.
Hay hambres que son metáforas del hambre pero ninguna tan cruda
como el hambre. El hambre es hombre. El hambre está lleno de
monstruos. Monstruos de un hambre maldito.
Leí en el diario que un barco de la armada argentina mató con sus
hélices a una ballena en Chubut en temporada de avisaje. Ella nos
atacó, dijeron.
Hay mujer en el aire.
Un aire de mujer en los músculos de los plátanos. Desboca.
Desnuda.
Levanto una piedra y hay un ciempiés. Vuelvo a levantarla y se cae
un mundo. El misterio.
Praga debió ser una lanza clavada en los testículos del sol.
La luna es un cementerio vacío de muertos. Las invocaciones,
los clamores pacen en el aire.
A veces uno cree que está mal hecho. Que es un boceto sombrío.
Que al estornudar puede vaciarse de órganos, dislocarse,
derrumbarse y dar con el boceto de otro.
El aire anotado en los cuadernos de Dios suspira como una mujer
embarazada, se ladea hacia los márgenes, es un caos revulsivo
capaz de asfixiar a cualquier dios.
Levanto una piedra con la esperanza de avistar una ballena.