sábado, agosto 01, 2009

Nadie en la rosa

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No había nadie en la rosa.

También llamé al martes
y resultó ser un sarcófago de antiguas avestruces:
se engullen todo lo que pienso y digo.

Tampoco nada en las cosas.

Sólo yo con la mueca de alguien.
Como besado por la muerte.

Maldigo este espejo multiplicado.
Eslogan demencial. Crucifixión baldía.
Sueño de un idiota que me regurgita
después de haberme comido sin ganas, sin hambre,
sin pena ni gloria.

Hartazgo.
Me instalo en verdes agonías.

Rodar como un frasco vacío y después contemplarme
en un ciprés.

Nada en las cosas. Nada.
Las avestruces han acabado ya
con la rosa que yo golpeaba para que salga alguien.

Ahora tengo los nudillos del color de los santos.

En el chorrito de la fuente de aquella plaza
yo bailaba dulce tocado por su destino.