domingo, diciembre 21, 2008

Notas para un poema XVI

Un caballo, dos peones y más allá una torre. Las demás piezas 
no se ven. Alguien debió olvidar las cuatro piezas al guardar el 
juego. El resto: el pino, la casita, los dos perros, el carro, el 
tendedero, el pozo de agua y la mujer que extrae agua de él no son 
piezas de ajedrez.

Abro el libro Aire nuestro-Clamor y me pongo a juntar los 
deliciosos Tréboles de Jorge Guillén. “Toma, toma, tuyo es todo,
 iris, clavel, alhelí”

Se ha secado el árbol donde murió el ahorcado. A sus pies hay 
ahora una cruz para que no todo sea leña del olvido.

Recorto por la línea de puntos los versos sueltos que dejó Javier 
Villafañe para guardar en un sobre y hacer un poema. La idea, 
según se consigna, pertenece a William y Pérez S.A. para el 
hombre solo. De hecho, es para reemplazar el juego del solitario. 
Barajo los versos como se aconseja –no sin antes ponerme el ojo 
izquierdo de Javier-, y con todos ellos, que son veintiuno, formo el 
siguiente poema:

estoy llamándote
bruja 
la busco
en un humo mojado
de unos tigres
un engaño en la selva
enredaderas
la sota y el caballo se escapan de los dedos
me hielo hasta detrás del frío
unos hierros una lengua acariciando el ocio
y la encuentro
un zapato con ceniza y lluvia
su pequeña altura
de lápiz de cuaderno de catedral sin pájaros
doliéndome su mano mi sombra
de gata salvaje
es un viento de uvas en la frente
un ajedrez donde el alfil no es torre
 y la sigo buscando con ella al lado
invéntame un azul de tocar
donde señalo con el índice podés leer: “te amo”