sábado, noviembre 22, 2008

Notas para un poema XIV

Ingresa al vagón del tren y anuncia:
-¡Sólo el amor salvará al mundo!
Se sienta en un banquito y apoya el bandoneón en sus rodillas.
Repite: só-lo el a-mor sal-va-rá al mun-do.
Arremete con una zamba, que dedica a los maestros, y luego toca
Malena. Cuanto termina pasa una bolsa de tela entre los pasajeros
en cuyo fondo ya hay unas monedas.

SÓLO EL AMOR SALVARÁ AL MUNDO.

Antes de bajar del tren, siento la tentación de preguntarle al
bandoneonista de qué cosas del mundo nos salvará el amor, pero
me voy silbando Malena.

El viejo proverbio dice que si sembrás arroz obtendrás arroz. Pero
el poeta debe sembrar una cosa y esperar otra. Sino qué gracia
tiene.

Su voz en cuclillas me tejía saquitos de lana.

Anoto que de lunes a viernes todos los días están en plural.
En cambio sábado y domingo gozan de una singularidad
personalísima.

Las rejas y las puertas cerradas se veían así:

TttttttttttttttttHHttttttttttttttttT

Atrás se alzaba el castillo y la pieza de ella con su ventana abierta
de par en par. Salté, sí, pero ocurrió un imprevisto y debí escapar
como pude. Esto es atravesando las rejas:

TttttttttCttttttHHttttttttttttttttT

(Nótese el agujero que dejé al pasar)

El perro, siempre el perro, debí adivinarlo.

Está bien, de acuerdo señor bandoneonista del tren: sólo el amor
salvará al mundo. (Paso mi bolsa invisible por entre los cajeros
automáticos del banco Santander Río)