Se elige una piedra
más bien chata
y se la arroja a gran velocidad
a las aguas del río. Pero
de modo tal que sobrevuele
la superficie. Al tomar contacto
con el agua, la piedra saltará
tres, cuatro o más veces
antes de sumergirse.
Esta actividad no constituye
peligro alguno para los peces
quienes se cuidarán de no asomar
la cabeza.