Me despierto en madrugada.
La brisa por la ventana
viene como por un vestido.
Siento las manos vacías de tus pechos.
En el instante en que me debato
si levantarme o no para escribir tu nombre,
resguardarlo hasta de mí, plasmar la última imagen
en un verso, me quedo dormido y sueño
con un prado.
Un prado cuya calma se parece a tus pechos
sin mis manos.