sábado, abril 25, 2009

La poesía (En tres versiones. Sólo cambia el final)

La poesía

la poesía debe ser esto
la poesía debe ser aquello
la poesía debe ser esto y aquello
la poesía debe tener y debe hacer
la poesía jamás debería
la poesía jamás debería ser tal y tal cosa
la poesía no debería ser tal otra
la poesía no puede estar al
la poesía no requiere de
la poesía siempre debe ser una forma de
la poesía como una manifestación de
la POESIA con mayúsculas y no la poesía que
la poesía, la poesía bien entendida, prescinde de
la poesía como tal es y debe ser un modo de
la poesía no es para
la poesía en general
la poesía en particular
la poesía contiene una
la poesía como mensaje para las
la poesía o lo que entendemos por poesía
la poesía requiere, y es fundamental señalar que
la poesía la poesía la poesía la

mientras tanto la poesía
suelta de cuerpo
ebria de sol
se ríe en una calle cualquiera
por donde pasa un señor muy enojado que se pregunta
quién fue el depravado que le ha tocado el culo





La poesía

la poesía debe ser esto
la poesía debe ser aquello
la poesía debe ser esto y aquello
la poesía debe tener y debe hacer
la poesía jamás debería
la poesía jamás debería ser tal y tal cosa
la poesía no debería ser tal otra
la poesía no puede estar al
la poesía no requiere de
la poesía siempre debe ser una forma de
la poesía como una manifestación de
la POESIA con mayúsculas y no la poesía que
la poesía, la poesía bien entendida, prescinde de
la poesía como tal es y debe ser un modo de
la poesía no es para
la poesía en general
la poesía en particular
la poesía contiene una
la poesía como mensaje para las
la poesía o lo que entendemos por poesía
la poesía requiere, y es fundamental señalar que
la poesía la poesía la poesía la

Mientras tanto la poesía es.
La poesía siempre es.
La poesía siempre es otra cosa.





La poesía

la poesía debe ser esto
la poesía debe ser aquello
la poesía debe ser esto y aquello
la poesía debe tener y debe hacer
la poesía jamás debería
la poesía jamás debería ser tal y tal cosa
la poesía no debería ser tal otra
la poesía no puede estar al
la poesía no requiere de
la poesía siempre debe ser una forma de
la poesía como una manifestación de
la POESIA con mayúsculas y no la poesía que
la poesía, la poesía bien entendida, prescinde de
la poesía como tal es y debe ser un modo de
la poesía no es para
la poesía en general
la poesía en particular
la poesía contiene una
la poesía como mensaje para las
la poesía o lo que entendemos por poesía
la poesía requiere, y es fundamental señalar que
la poesía la poesía la poesía la

Cuando el orador terminó su discurso,
un aire de siesta envolvía toda la sala.
Los libros parecían desplomarse en los estantes.
Una mitad de la concurrencia permanecía dormida,
la otra mitad soñaba con no estar allí.



Aviso:
El día Jueves 7 de mayo a las 18 estaré ¿firmando ejemplares? en la Feria del Libro; en el Stand 823, de Editorial Dunken.


Ver aquí
La poesía en Cruzagramas Un regalo muy lindo que me hicieron al postear la primera versión.Gracias, Sebastián Barrasa, Gracias a todos!

sábado, abril 18, 2009

Notas para un poema XXX

Permitidme, Dios mío, que sea pato
¿Para qué tanto lío,
tanto papel,
ni tanta pamplina?
Pato.

Mira, como aquél
que va por el río
tocando la bocina…


Blas de Otero




Mañana fresca. Cielo nublado. Todavía se respira en el aire la lluvia de anoche. Me descalzo y empiezo a entretejer mis pies en la arena. Un hombre comanda con dos hilos un barrilete, que aletea bravo, pecho al viento. Un perro negro le ladra, hocico al cielo. Toco el mar. Camino las olitas de la orilla; frescas, muy frescas, y pienso en distancias. La distancia de tocar el mar con los ojos y el de tocarlo con los pies. Pienso en la última vez que estuve aquí.
Por un momento dejo de oír al perro. Y sin embargo ladra como si fuera a tragarse al barrilete de un solo bocado. Las manos del
hombre parecen pedalear asidas a los hilos. Pienso si estaría dispuesto a hacer lo mismo con una nube. Me interno unos metros en el mar. Con total sorpresa descubro un pato hamacándose en las olas, más allá, a un tiro de piedra, como se decía antes. Es un pato negro. Pienso si no es Blas de Otero. Nunca había visto un pato nadando en el mar. En ese momento se me acerca un perro. Otro. Mediano. Es un callejero. Un perro de playa que gusta de remojarse un poco cada tanto. Me hace las gracias que hacen los perros cuando quieren ganarse nuestra amistad. Es cachorro aún y tiene esa inocencia propia de los que avizoran un futuro. Esa esperanza que irá gastando en la arena y por las calles de San Bernardo si es que alguien no se queda con él. Ahora le acaricio la cabeza, le doy unas palmadas y nos hacemos amigos. Blas de Otero desaparece en el horizonte como si buscara nuevas utopías. El barrilete del hombre descansa ahora ya sin firmezas en la arena, de cara hacia las nubes. Y un grupo de gaviotas pasa sobre mí tocando su bocina.

Qué hermosa sos, le dije, y la levanté de la arena. La sumergí en una ola para limpiarla y brilló como una novia. Aún mojada y con todo su brillo en pie, la guardé en un bolsillo. Creo que fui su bicho, su molusco bivalvo mientras anduvimos juntos.

Máximo, que en algún idioma debería querer decir “El que ama y ríe”. Frente al mar, imbuida de su belleza, no se puede esperar mejor cosa de mi alma.

La playa, lamida por el mar, descubre esta mañana un cielo estrellado de conchillas.

Seis gaviotas caminan con premura de mujer distinguida por la orilla. Vienen por los restos que deja la lancha pesquera. Vistas de atrás, parecen tener brazos cruzados tras el lomo. Voy hacia ellas y se vuelan. De pronto son otras. ¿Barriletes de quién son? Los hilos no se les ven y hacen círculos. Blanco sobre el blanco del cielo nublado. Pero es un blanco lleno de montañas. Un blanco lleno de hombres, de hombres niños que tal vez han perdido su barrilete entre las nubes.

Los tiburoncitos que yacen de espalda en la lancha pesquera tienen una herradura de silencio en la boca.

Una caracola en la arena volteada hacia el sol. Oreja por donde oye la playa.

El cielo se abre a las once en punto. Alguien escribe en la arena lo que se leerá más tarde en una foto. Otros perros corren tras un ciclomotor. Son diez. Son veintiséis. Un ovejero alemán no puede con su cadera y da la sensación de que va a partirse en dos. Va último en la fila pero no quiere perderse la fiesta de la velocidad y los truenos del motor. Una gaviota ajena a todo, baja y se detiene en un borde de la lancha pesquera como si se posara en un verso.

San Bernardo, octubre de 2008.


Fin de las notas.
¿Fin de las notas?




Con Agustina en La Lucila del Mar, cerquita de San Bernardo, en aquellos días.

sábado, abril 11, 2009

Notas para un poema XXIX

Un NO como una catedral, como un transatlántico, la Torre Eiffel,
el Paraná. ¿Cómo es posible que semejante NO saliera de su boca?
Después calló y el No quedó flotando todavía en el aire, como si anunciara la tormenta de Santa Rosa o peor aún: las Siete Plagas de Egipto. “No hablemos más”, me dijo, y cerró la boca como para nunca jamás. Y en sus labios apretados se dibujó un implacable
signo menos.

Cuando se nos cae la voz como en un estanque podrido, hay que dejarla. Ya no tiene palabras que decir y es inútil recoger esa última inflexión estertórea. Mirémosla aletear en ese rato de efímera algarabía antes de que anide ajada y gris entre los cacharros de las buhardillas de la nada.

Dormite, Patri, la noche espeja al revés en los ojos del callado que rumia desvelos y yo tengo en la boca una estrella perpleja. Miramela de azul y de pulmones en trino, va arrullarte pronto, ya vas a ver. Vengo con los soldaditos mordidos, un disco de Los Beatles y un poema de Tuñón. Mostrame tu última figura de estar viva, la arcilla recién terminada que tiene mujer y un duende de sol en los pies. Dormite ahora que hace frío y en el país hay unos cuántos locos despintados que hablan de otra cosa. Moriremos por vivir de jugar en la vereda. Siempre atardece en los patios con
parra de la infancia. Ponete tu vestido de siempreenamorada y después de bailar la Pachamama con collares de luciérnagas y grillos, y después de un vino largo, dormite lindo y soñá con nosotros, las sobremesas interminables con abrazos; el café y los cigarrillos. Dormite, Patri, pedazo de sol, hermana mía, de mi corazón.

Ahí pasa la bicicleta con alas de José Pedroni. ¿La ves? Hay algo de mi yo en lo pedales. Un rumbo solar en el manubrio. No sé por qué estoy soplando. Y hago viento con las manos.

Ir a la muerte como si se fuera a nacer.

Imagino que voy a una fiesta en una casa de mi barrio.
En la vereda se escucha Midnight Blue, de ELO. Atravieso la puerta y adivino siluetas en el claroscuro del pasillo exterior.
Un ruido de fritura de púa en los surcos de un vinilo me recibe. Suena El jardín imaginario. Toco en las sombras perfumes de ayer. Camino a tientas. Desde la improvisada lamparita roja se adivinan las formas azules de la nostalgia. Ahora tengo 15 años y empiezo
a bailar con todas las novias de mi vida.

sábado, abril 04, 2009

Notas para un poema XXVIII

Y decir algo que no pueda ser callado. No un suceso normal, no una noticia cualquiera. Comunicar la propia muerte y después cerrar la puerta. Pero antes, decir hasta luego.

Dicen que de los laberintos se sale por arriba. Propongo salir cavando. Cavando en nosotros mismos.

Y observando una clepsidra -detenido en un brillo que me recuerda unos ojos tras de una ventana-, y siguiendo un granito de arena y otro y otro más, a las seis y cinco de la tarde me pregunto por qué carajo debemos tener un cuerpo.

Otro secreto de la naturaleza, decía Joaquín Giannuzzi, de la ley del viento invernal, mientras veía acumularse la escarcha bajo el vidrio de la ventana: “Otro secreto de la naturaleza cuyo único error es mi propia existencia”.

Sí, de la rosa salió alguien. Pero yo entonces tenía luciérnagas en los ojos.

Bernard Shaw aconsejaba construir los cimientos debajo de los castillos que solemos hacer en el aire. Yo sólo acepto que sean cimientos en el aire, porque entonces qué es, qué hacemos con una ilusión de canto rodado, con una imaginación a la altura de los pies.

Caminamos entre arbitrios, convenciones, parámetros, lugares comunes. Caminamos por lo pensado. ¿Cómo descalzarse el
cuerpo? Ah, caminar siendo el recuerdo de alguien…

Herido en la primera persona del plural, sentado en los codos, abriendo ante mí una silla vacía. Viendo caer la pelusa de las pelotitas de los plátanos en mi cerveza ya sin espuma. Con viento en la cara y voces en la vereda. Con palomas que vienen a robarme el pochoclo de la mesa. San Telmo. Sábado a la tarde. Te invito a bailar en los adoquines aunque no estés, bajo la nieve amarilla que cae de los plátanos.